lunes, 5 de mayo de 2014

Volar sin alas

Y le rozó los labios en medio de ese instante mágico. Ya no había excusas, no había palabras, no había absolutamente nada. Estaba al borde de ese abismo, de ese vacío, que sólo ella era capaz de llenar por completo.

Siempre había tenido miedo a saltar, a separar sus pies del suelo y dejarse llevar por la gravedad. 

Pero ya era tarde, su sensibilidad la había atrapado por completo de una forma incontrolable y las leyes que desde siempre habían gobernado su existencia ahora eran recurridas por esa anarquía que le hacía rozar la locura.

Estaba completamente perdida. Perdida entre las líneas de sus manos, entre cada rincón de su esencia, de ésa que sólo ella le dejaba entrever cuando sus ojos tornaban a un color miel con la luz del alba.

Ya era una adicción. Ya no se escondía entre las sombras de sus resplandores, ni se atrincheraba en cada una de sus huellas esperando a que pasara el huracán de su presencia.

Ya no. Ahora estaba junto a ella, frente a frente, esperando a que esa fuerza incontrolable las arrollara sin piedad lo más lejos posible.

Por primera vez, quería volar.


Bon voyage!