Punto y aparte.
Hoy algo ha cambiado. Durante diez segundos he conseguido volver a recordar esa garra que llevaba dentro, ese espejismo de la felicidad que me sostenía en pie cada día. Y, sin miedo, he cogido un pincel y todos los colores que el aire hacía tropezar con mi cara y me he sentado frente a una pared en blanco. Mis ojos se han cerrado, y sin pensar, mi mano ha comenzado salvajemente a recorrerla, a posarse descontroladamente sobre cada uno de sus rincones.
Tirada en el suelo he perdido la noción del tiempo, de mí misma incluso, y al despertar mareada por el olor a pintura, sólo podía ver tu rostro mirándome fijamente.
Bon voyage!